Cuando le preguntaron, en un programa de televisión, al escritor Nelson Rodríguez lo que pensaba sobre la muerte, él citó alguien que había dicho que “la muerte es la cosa más triste”, y agregó: “No, la muerte no es triste, triste es la vida”. Esta es una más de las miles de definiciones que usted encontrará sobre la vida. En la mayoría, negativas. En realidad, cada persona tiene una definición propia para la vida. Y esta definición parte sólo de un punto de vista: el pensamiento de cada uno.
Si la vida se presenta a su pensamiento como algo agradable, llena de bellas sorpresas, usted dirá que la vida es buena. Si usted piensa que la vida, para ser buena, debe traerle cierto beneficio que usted no consiguió alcanzar, dirá que la vida es una frustración. Si usted sólo vislumbra, en la vida, a los otros subiendo y a usted descendiendo, afirmará que la vida es una injusticia cruel. Si usted despierta siempre dispuesto, saludable, confiado en su buena estrella, dirá que la vida es una irradiación de felicidad. Si usted vive un gran amor, dirá que la vida es amor. Si consigue llegar a donde desea, para usted la vida es un éxito permanente.
Vea usted, la vida es una proyección de su mente. Más que eso: su vida es el resultado de sus pensamientos.
Ralph Waldo Emerson, pensador y escritor norteamericano, dijo que el hombre es aquello que piensa el día entero.
Todo pensamiento cargado de emoción, reforzado por el sentimiento, se transforma en realidad física.
James Hallen afirmó, con toda razón: “Todo cuanto el hombre consigue y todo cuanto deja de conseguir es resultado directo de sus propios pensamientos”.