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la virtud del error

La virtud del error

¿Qué piensas acerca de ti mismo, de ti misma, cuando te equivocas? ¿Te avergüenza que otras personas te vean fallar? ¿Cuál es la verdadera naturaleza del error y qué sucede en nuestra mente cuando lo percibimos?

Suele definirse la vergüenza como un “sentimiento de pérdida de dignidad causado por una falta cometida o por una humillación o insulto recibidos”. No podríamos entender la vergüenza sin entender qué es el ego y hasta qué punto vivimos atrapados por él. Una buena unidad de medida para calcular cuánto vivimos desde el ego es observar cuánta vergüenza, propia o ajena, vivimos habitualmente.

Todos tenemos algún recuerdo que aún hoy en día nos hace ruborizarnos cuando lo traemos a nuestro presente; alguna situación que aún nos hace sentirnos incómodos y avergonzados por mucho tiempo que haya pasado desde que sucedió. Esta sensación es inherente a la condición humana y, como todo lo que somos y experimentamos, es una oportunidad para profundizar en nuestro inconsciente con nuevas herramientas de indagación.

El error no nos hace bellos como reza el dicho; el error nos hace humanos, nos hace reales y honestos.

Existen muchos autores que, como hábito de vida, recomiendan ser siempre el peor en algo. Es decir, cuando creas que dominas todo lo que haces, comienza a hacer algo que nunca hayas hecho antes. Sé el alumno más novato de algo, lo que sea. Toda tu vida y tu cerebro seguirá funcionando con juventud, sigue equivocándote, sigue reconociendo tu humanidad. Aprende a ser tolerante con tu error y empezarás a ser tolerante con el error de los demás. Hay pocas directrices más útiles para traer la paz a nuestros corazones.

Ningún error es estéril, todos ofrecen una oportunidad de crecimiento. Querer evitarlos nos hace transitar un camino lleno de límites donde el miedo a fallar paraliza el avance. Decía Jung que “el conocimiento descansa no solo sobre la verdad sino también sobre el error”. No sabemos qué forma van a tomar las lecciones que necesitamos, en qué cuerpo vendrán nuestros mayores aliados o qué situaciones nos harán descubrir nuestros dones. La vida se expresa mucho más allá de nuestras expectativas. En lugar de reducir todo el universo al tamaño de nuestra psique, tratemos de adaptar nuestra psique a descubrir la infinita realidad que se extiende ante nosotros.

Los grandes maestros son los que saben arriesgarse y probar diferentes formas de equivocarse hasta alcanzar la excelencia.

Esta actitud es la que hizo que el suizo Georges de Mestral volviese de una ruta de senderismo con los pantalones llenos de semillas enganchadas y crease el velcro, que Spencer Silver fracasara en su intento de crear un potente pegamento y acabase dando lugar al post-it. El microondas, el teflón, los fuegos artificiales, los edulcorantes y el más conocido de todos, Fleming y el descubrimiento de la penicilina. En realidad, no son “hijos del error”, no son fruto de equivocaciones. Estas equivocaciones por sí solas no hubieran dado lugar a estos descubrimientos. Son el resultado de personas cuya conciencia les permitió trascender sus objetivos egoicos, mentes flexibles que supieron entender su error como otra vía de aprendizaje.

Esta capacidad está al alcance de todos. Piensa en los “errores” que hayas cometido en tu vida, sácales partido, haz provechoso lo inútil y comienza a integrar lo que hasta ahora no supiste sacarle provecho. La vida es generosa, continuamente nos ofrece aprendizajes a cada paso que damos. Lo que hace que retrasemos nuestro desarrollo no son la falta de oportunidades sino nuestras resistencias a reconocer nuestros errores. Cada justificación, cada excusa, cada vergüenza que alimentamos son formas de posponer un aprendizaje que, lo deseemos o no, seguiremos necesitando para seguir madurando emocionalmente. Como decía Louis Pasteur, “la suerte solo favorece a las mentes preparadas”. Disfruta tu error, toma decisiones, calma tu juicio y date cuenta que nuestro camino lo determinan los pasos que nos quedan por dar, no los que hemos dado hasta ahora.

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