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Valorar lo que tenemos es la mejor forma de gratitud

Cada día despertamos y nuestras vidas fluyen en una rutina más o menos organizada. En muchos casos, el día a día transcurre en una pura inercia, lleno de prisas, problemas y objetivos a muy corto plazo que cumplir. En definitiva, lejos de una valoración justa de lo que tenemos y una muestra sincera de gratitud.

Queda poco espacio para pensar en sueños que tuvimos en el pasado y las obligaciones presentes nos apremian constantemente. Se desarrollan frustraciones por metas que se quieren cumplir y se resisten. Por horizontes que se quieren vivir o se quieren poseer. El deseo de mejorar nuestras vidas y las de las personas que nos rodean siempre habita en nosotros, a cambio no solemos poner demasiados aumentos cuando nos centramos en lo que ya hemos conseguido.

Queremos arañarle al día esas pocas horas que nos permitan hacer algo de ejercicio, quedar con unos amigos y disfrutar un rato de esa afición que nos hace sentir bien. Pero no le dedicamos mucho de nuestro tiempo al muy saludable ejercicio de valorar lo que somos.

Valorar lo que se tiene

En nuestra cultura, el agradecimiento es un término que asociamos muchas veces a la obligación, a veces incluso molesta. Pero el agradecimiento va mucho más allá. El agradecimiento es un estado mental que puede ejercitarse.

Agradecido a quienes nos han dado una mano en momentos determinados de la vida, incluso a los que nos complicaron la vida, porque generaron ese obstáculo que nos enseñó. Agradecido por los dones y por los defectos. Agradecidos por lo que tenemos y agradecidos también por lo que perdimos, y que nos dio la oportunidad de reconstruirnos en una mejor versión de nosotros mismos.

Algunas formas de cultivar la gratitud

Despierta cada día valorando lo que tienes. El reconocimiento es el punto de partida de la gratitud. Muchas veces, e una normalización de lo que tenemos, terminamos pensando que es un derecho. Esto sucede incluso cuando lo conseguido ha sido producto de nuestro esfuerzo.

En este sentido, lo que nos falta puede motivarnos, pero no sesgar la valoración que hacemos de nuestra vida. Hablamos de esa base, muy relacionada con el autoconcepto desde la que nacen muchas de las emociones que experimentamos. Así, la gratitud es una de las madres más fértiles en cuanto a emociones positivas se refiere. De ahí la importancia de cuidarla.

Un buen ejercicio para estimular el agradecimiento puede ser escribir una carta o un mensaje a aquella persona que un día nos ayudó con algo, aunque haya pasado tiempo. Dedicar un momento a pensar dónde nos gustaría enfocar hoy la gratitud o escribir un diario donde anotar tres cosas por las que estar agradecido puede ayudarnos a valorar lo que tenemos. En definitiva, rutinas sencillas que nos pueden recordar lo que tenemos cuando lo que nos falta nos abruman.

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